36. La
experiencia de la inmensa necesidad puede, por un lado, inclinarnos hacia la
ideología que pretende realizar ahora lo que, según parece, no consigue el
gobierno de Dios sobre el mundo: la solución universal de todos los problemas.
Por otro, puede convertirse en una tentación a la inercia ante la impresión de
que, en cualquier caso, no se puede hacer nada. En esta situación, el contacto
vivo con Cristo es la ayuda decisiva para continuar en el camino recto: ni caer
en una soberbia que desprecia al hombre y en realidad nada construye, sino que
más bien destruye, ni ceder a la resignación, la cual impediría dejarse guiar
por el amor y así servir al hombre. La oración se convierte en estos momentos
en una exigencia muy concreta, como medio para recibir constantemente fuerzas
de Cristo. Quien reza no desperdicia su tiempo, aunque todo haga pensar en una
situación de emergencia y parezca impulsar sólo a la acción. La piedad no
escatima la lucha contra la pobreza o la miseria del prójimo. La beata Teresa
de Calcuta es un ejemplo evidente de que el tiempo dedicado a Dios en la oración
no sólo deja de ser un obstáculo para la eficacia y la dedicación al amor al
prójimo, sino que es en realidad una fuente inagotable para ello. En su carta
para la Cuaresma de 1996 la beata escribía a sus colaboradores laicos: «
Nosotros necesitamos esta unión íntima con Dios en nuestra vida cotidiana. Y
¿cómo podemos conseguirla? A través de la oración ».
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