EL
PECADO ORIGINAL
En
1853, ciertos teólogos anglicanos protestaban porque a la
reina de Inglaterra se le aplicase cloroformo para aliviar los dolores del
parto, pues implicaba una flagrante vulneración de la disposición/castigo
divino: parirás los hijos con dolor (Gn 3,16). A principios del siglo
XIX se iba haciendo común la vacuna contra la viruela, con indudable eficacia.
El papa León XII se creyó en la obligación apremiante de hacer esta solemnísima
advertencia pastoral: "Quien acude a esta vacuna deja de ser
hijo de Dios... la viruela es un juicio de Dios... la vacunación es un desafío
dirigido al cielo". Algunos pastores anglicanos decían que el
cloroformo aplicado como remedio terapéutico a los varones sí era lícito, pues
Dios lo había aplicado al primer varón para sacarle la acostilla de la que
formó a Eva. Pero no era lícito aplicarlo a las mujeres en el caso del parto.
«El
Catolicismo ve la desigualdad de clases, deplora
las aflicciones de la pobreza; pero para repararlo no lo atribuye a la imperfección
o mala organización de la sociedad, sino a la imperfección de los hombres que
componen la sociedad. El catolicismo enseña que el hombre fue creado por Dios
en estado dichoso, del cual cayó por una primera desobediencia (el pecado
original). Desde entonces, lo que hubiera sido para todos un paraíso terrestre
ha venido a convertirse en un valle de lágrimas; los que hubiéramos debido ser,
sin trabajo alguno, señores de todo, somos ahora esclavos de mil necesidades y
hemos de redimirnos en lo posible de la esclavitud con nuestros esfuerzos, con
nuestros sudores. Desde entonces la tierra no nos brinda espontáneamente sus
frutos, sino que hemos de arrancárselos a viva fuerza con nuestro ingenio o
nuestro trabajo. Y el ingenio y el trabajo no pueden ser iguales entre los
hombres... Frente a las sangrantes desigualdades entre ricos y pobres, el
catolicismo recuerda que sólo Dios es dueño de todo; recuerda la fugacidad de
esta vida y la felicidad eterna, "predica al rico mucha moderación y
mucha caridad y al pobre mucha resignación y mucha paciencia"».
EL
siglo XIX: tradicionalismo, conservadurismo, integrismo,
fundamentalismo religioso, teológico, filosófico, político y cultural en
general. Todos estos fenómenos circulaban inseparables en aquella época, y configuran
la mentalidad de grupos influyentes dentro del catolicismo del siglo XIX. Sin
dar nombres citaremos algunas de sus descabelladas ideas:
La guerra es divina:
La razón superficial y el sentido común ven en la guerra una insensatez total,
y con razón. Sin embargo, hay en ella algo indescriptible, imponderable,
misteriosos motivos por los que la guerra merece el calificativo de divina. "La guerra es, pues, casi
divina en sí misma, puesto que es una ley del mundo". Nada hay en este
mundo que dependa más inmediatamente de Dios que la guerra... A Él pertenece
llamarse "Dios de la guerra". No sin gran razón brilla el título de
"Dios de los ejércitos" en todas las páginas de la Escritura. Jamás
el cristianismo, si lo miráis de cerca,
os parecerá más sublime, más digno de Dios, y más propio para el hombre
que en la guerra. Todas las naciones del universo han visto en la guerra alguna
cosa más particularmente divina que en las otras. Es un instrumento divino para
castigar a la humanidad llena de crímenes derivados del PO.
El verdugo, ministro de la justicia
de Dios: Ejecutor misterioso, sublime, de la
justicia divina en el "hombre caído". Él es objeto de un decreto
particular, "el Fiat (hágase) del poder creador". Toda esta
glorificación la merece el verdugo por ser instrumento de Dios para castigar a
los hombres corrompidos por el PO.
Los sacrificios sangrientos:
La historia nos muestra al hombre persuadido en todos los tiempos de esta
verdad espantosa: que vivía bajo la mano de un poder irritado, que no podía ser
apaciguado más que por sacrificios. La idea del pecado y del sacrificio por el
pecado estaban unidas en entendimiento de la antigüedad y en la lengua sagrada.
Y, puesto que el pecado está en la carne y en la sangre, desde allí ha de
surgir la inevitable satisfacción. No se engañaba el paganismo cuando hablaba
de la redención por la sangre. El misterio se descifra en el cristianismo
cuando habla de la redención obrada por la sangre de Cristo en la cruz. La
sangre teándrica penetra las almas culpables para borrarles las culpas.
La ley de la
reversibilidad/solidaridad: El bien y el mal que
cada uno hacemos revierte sobre toda la raza humana a la que pertenecemos.
Mito y teología de la pena:
La pena sigue inseparable a la culpa. Todo
dolor es algún suplicio impuesto por algún crimen, actual u original. No
hay distinción entre "inocentes" y "malvados". El niño
padece del mismo modo que muere, porque es de una masa o materia que debe
padecer y morir, por haberse degradado en su principio. Todo crimen está pidiendo,
suplicando castigo.
El Papa:
recibe de Dios todos los poderes y es "el Demiurgo de la
civilización"
El Rey absoluto:
mediante el Pontífice Romano recibe de Dios su autoridad y poder excelso de
castigar.
GLORIFICACIÓN DEL PECADO ORIGINAL
EN EL CRISTIANISMO OCCIDENTAL
Pascal.-
Ninguna religión, excepto la nuestra, ha enseñado que el hombre nace en pecado;
ninguna secta de filósofos lo ha dicho; ninguna, por lo tanto, ha dicho la
verdad.
La repulsa del islamismo a la
doctrina cristiana del PO es firme, tajante, enfática, y
lleva ventaja (en esto) sobre el cristianismo, obsesionado por el PO y por el
tropel de pecados que le acompaña, como al viajero su sombra. Según el islam "todo
hijo de hombre nace puro".
Julián de Eclana,
con notable realismo y sensatez, advertía que, según la Escritura, el pecado de
Caín, de Sodoma y Gomorra, el de los idólatras israelitas son (para la Biblia)
mucho mayor pecado que el de Adán. Y añadía, non notable mordacidad: "más
grave que el pecado de Adán es el pecado de Agustín al defender la doctrina del
PO".
Himno de la Vigilia Pascual occidental "Exultet":
"¡feliz culpa, que mereció tal Redentor!".
Isaac de Nínive
(ca. 640-700). Considerando al economía de los misterios y de la cruz en que
murió el Hijo de Dios dice: "No debemos pensar que hubo otro motivo sino
el dar conocimiento al mundo del amor que le tiene, a fin de que el mundo sea
cautivado por su amor, y se manifestase así, por la muerte del Hijo de Dios, la
máxima fuerza del reino, que es el amor. En modo alguno ocurrió la muerte de
nuestro Dios para redimirnos de nuestros pecados, ni por otro motivo, sino tan
sólo para que el mundo experimentase el amor que Dios tiene a la creación. La
remisión de los pecados podría haberla hecho de otros modos. Pero se sometió a
la cruz, aunque no era necesario, lo cual se comprende cuando oímos de su boca,
"tanto amó Dios al mundo que le dio a su Unigénito Hijo"... Y, ¿no
nos avergüenza el despojar de esta idea al misterio de la economía del Señor, y
a la muerte de Cristo y a su venida al mundo le atribuyamos la razón de ser
para la redención de nuestros pecados? En ese caso, si no fuésemos pecadores,
no habría venido el Señor, ni hubiese muerto el Señor... Decir que el Verbo de
Dios asumió nuestro cuerpo por los pecados del mundo, es ver tan sólo lo
exterior de la Escritura. Con ello se privaría a los hombres y a los ángeles de
grandes bienes. Y ¿por qué vituperar el pecado que nos trajo tantos bienes?...
Cuales son la pasión y muerte del Señor para librarnos de la condenación... Todas
estas maravillas habría que atribuirlas al pecado, pues, de no estar sujetos a
su esclavitud, careceríamos de todas ellas... No es así. Lejos de nosotros el
contemplar la economía del Señor y los misterios tan eficaces para darnos
confianza, como si fuésemos niños. Sería quedarse en la superficie de las
Escrituras que de ellos nos hablan"
(Los que ponen al PO como motivo
primordial de la venida del Hijo de Dios son calificados por Isaac de Nínive de
lectores "superficiales, infantiles" de la Escritura).
La apologética de la negatividad y
el PO
Es conocida la denuncia de D. Bonhoeffer
hace de tantos apologistas, defensores y predicadores del Evangelio, que
quieren convencer al hombre moderno de la necesidad que tiene de Dios, de la
gracia desde la negatividad, sacando
a relucir lo más innoble y bajo que hay en el hombre. Es decir, desde el hecho
de que el hombre es un ser caído, degenerado por el PO, incapaz de gobernarse a
sí mismo, de crear valores culturales sanos, de promover el progreso de la
humanidad sin la ayuda gratuita y sobreveniente de Dios, administrada por medio
del cristianismo, de la Iglesia, del Papado.
J.V. Bonet habla de la "Teología
del gusano", que consiste en querer convencer al oyente del Mensaje de que
es un ser enfermo radical, tarado, que dispone únicamente de una naturaleza
viciada, corrompida, agusanada, carente de medios para desarrollar sus propias
potencialidades. Por eso necesita de Cristo y su gracia. Aquí tiene una
importancia primera la tesis del PO. Esta tesis justifica la afirmación de que
la naturaleza está viciada, enferma, y por ello, lo que más necesita es un
médico. Cierto es que, estos apologistas del cristianismo, después de
inculcarle al hombre su condición de pecador congénito y profundo, le anuncian
que Dios lo eleva a ser "partícipe de la naturaleza divina". Pero, se
puede preguntar si, para elevar al hombre a los confines de la vida divina, era
indispensable hacerle pasar antes por las ciénagas del PO y de toda la miseria
y degeneración que este pecado dicen que produce y que el obispo de Hipona y
sus seguidores se complacen en airear.
Sin embargo, existe y merece cultivarse la
apologética de la positividad, la que parte de lo bueno, sano y más
noble que hay en el hombre para, desde allí, decirle que necesita de Cristo
para llevar a su última perfección, desarrollar los gérmenes de grandeza que
tiene ya dados por el Creador. Como ejemplo de esta apologética, defensa y
oferta desde la positividad habría que señalar la teoría de los Padres
Alejandrinos, sobre las "semillas del Logos", que éste habría
sembrado en la filosofía/cultura pagana como disposición para su aparición
personal en la historia: la cultura/filosofía como preparación para el
Evangelio. Es difícil que esta valoración positiva de la cultura pagana, pudiese
germinar en hombres convencidos de la teoría del PO. Efectivamente, estos
Padres orientales desconocía la teoría occidental del PO. Los defensores de la
teoría de las "semillas del Logos" en la cultura pagana, podrían
apoyarse con facilidad en la actitud que Pablo descubre en su discurso en el
Aerópago: "Vengo a hablaros con claridad, del Dios que ya vosotros
buscabais a tientas" (Hch 17,22-31).
En esta línea de "apologética de la
positividad" están Tomás de Aquino y Duns
Escoto. En aquellos años, un tipo de humanismo secularizante extremo, el
averroísmo latino, hablaba de la suficiencia plena de la filosofía
(aristotélica, en el caso) para llevar al hombre a la perfección última posible
para el ser humano. Para mostrarles a estos filósofos la necesidad de la
revelación, no recurren a decirles que su mente está viciada, corrompida por el
PO, y que, por tanto, no podrán razonar correctamente en el campo de los
valores y verdades naturales. Sería cultivar la apologética de la
negatividad/del gusano. Recurren a desvelar aquello que hay de más noble en el
hombre: su capacidad para recibir al Infinito. Verdad esta que, sobre
todo Duns Escoto, quieren hacérsela comprender a los filósofos. En efecto, la
mente humana, según pueden ellos saber, tiene capacidad positiva para captar el
ser como ser. Lo cual es signo de que puede recibir la noticia del Ser
Infinito: capax entis, capax Dei. En
lenguaje teológico, significa que el hombre tiene un destino, ordenación
"deseo natural" de ver a Dios. Pero que, por ser tal visión un bien
que excede en absoluto las posibilidades connaturales del hombre (es sobrenatural),
necesita, además de una inteligencia sana, un nuevo poder y auxilio: la gracia
de Dios. Por eso, antes e independientemente de que el ser finito llegue a pecar
y aunque, por hipótesis, no llegase (que sí llegará a pecar), se encuentra ya,
con anterioridad, en absoluta necesidad de la gracia. Si ha de conseguir la
última perfección de su ser, de aquella nobleza, dignidad y posibilidades con
que Dios le dotó al nacer. Por tanto, es innoble y falso decirle que necesita
de Dios, en última instancia por motivo de la oquedad/vacío que en él ha dejado
el PO, que habría viciado, degradado la naturaleza, imposibilitándola para
cualquier acción buena, para cualquier progreso sano, valioso. Lo noble y lo
correcto es decirle al hombre que necesita de Dios precisamente desde aquello
que tiene de más positivo, noble y generoso: su apertura a la trascendencia, a
la perfección, al progreso ilimitado, al desarrollo de las posibilidades
naturales que posee por haber sido creado a imagen de Dios. Esto, en el
lenguaje teológico, se expresa diciendo que el hombre necesita de la Gracia (de
la revelación) para conocer y realizar el fin último de su vida, aquel para el
que Dios lo ha creado. Por ser el hombre una "forma beatificable",
dice en su lenguaje escolástico san Buenaventura.
Hay en todo este razonar una aplicación
del famoso y tradicional principio: la gracia no destruye ni supone destruida
la naturaleza, la perfecciona. Es decir, la gracia no actúa porque la
naturaleza esté corrompida, sino que, incluso aunque sabe que el hombre entra
en la existencia sin vicio, sano y bueno, quiere hacerlo mejor, elevándolo y
deificándolo ya entonces mismo. En frase magnífica y certera de Juan de Eclana:
"Aquellos a quienes el Creador hizo buenos, el bautismo de Cristo los hace
mejores". En esta perspectiva no hubiera tenido cabida la objeción de
Nietzsche: que el Cristianismo tiene necesidad de hacer enfermo al hombre, para
poder proclamar ante él la necesidad del Salvador. Los defensores del PO así lo
han pensado, pero no es verdad. Imprudentemente le dieron a Nietzsche un
pretexto del todo gratuito para atacar al cristianismo.
1.- ¿CUÁL ES LA SITUACIÓN TEOLOGAL
DEL HOMBRE AL LLEGAR A LA EXISTENCIA?
Todo hombre, en el primer instante de su
ser, antes e independientemente de cualquier posible uso de su libertad
personal, es -ya- pecador ante Dios,
situado fuera de su graciosa amistad, sujeto de su ira (creencia increíble).
Pero, ¿cuál fue la pregunta que originó
semejante respuesta?... Porque lo que no tenemos que perder de vista es el
hecho de que hablar de pecado sin voluntariedad es como hablar de un
"hierro de madera", o de la "cuadratura del círculo".
Cuando Jesús anuncia la salvación
(Mc 1,15) dice: "Ya ha llegado el reinado de Dios.
Convertíos y creed a la Buenanueva". El que acepte el mensaje y sea
bautizado será sacado de su vieja forma de vivir, transformado en nueva
criatura, hombre nuevo, recreado en santidad y justicia. Es obvio que esta
urgente invitación sólo puede ser dirigida al individuo humano adulto, ya
maduro: ser consciente y libre, persona,
en el sentido más pleno de la palabra.
San Agustín: -Le
parecía imposible superar el pelagianismo y el maniqueísmo, si no se admitía
que todo ser humano entra en la existencia en situación teologal de PO.
-En
dirección antimaniquea explicaba: la gran miseria que sufren los niños
ya al nacer, es incompatible con la justicia de Dios, si no se admite en ellos
el congénito PO.
-En dirección antipelagiana sostiene:
imposible salvaguardar la plena, universal eficacia de la redención de Cristo,
si no se afirma que los niños, al ser bautizados, son redimidos del PO, por la
virtud de la cruz de Cristo, también del PO.
-Pensó que la eclesiología cristiana (la
suya, al menos) sufriría un duro quebranto si los niños no entran en la Iglesia
por el rito bautismal que les limpia del PO contraído al entrar en la
existencia.
-Su experiencia de hombre, de pastor de
almas (Rom 7) le convence de que existe en el hombre histórico la dura
necesidad de pecar. Hecho inexplicable, si no se admite que tal necesidad está
ahí, como castigo divino por el PO, originante y originado.
2.- UN ADECUADO PUNTO DE PARTIDA
Empezar desde Cristo: El misterio del
hombre sólo en el misterio del Verbo encarnado puede ser plenamente esclarecido
(GS 22).
La voluntad salvadora de Dios
sincera/operativa no implica el que, de hecho, todo hombre llegue a la vida eterna. La libertad humana
conserva la posibilidad real de decir no a la invitación divina y
autoexcluirse de la vida eterna. Pero es del todo inadmisible para nuestra fe
católica el que alguien, sin culpa personal, quede excluido de la Vida ni en el
tiempo ni en la eternidad.
3.- POSIBLES RESPUESTAS A LA
PREGUNTA SOBRE LA SITUACIÓN TEOLOGAL DEL HOMBRE AL ENTRAR EN AL EXISTENCIA
¡¡¡Todo ser humano al entrar en la
vida se encuentra ya contagiado con la mancha del PO!!!....
¿Cómo, sobre un momento oscuro,
marginal, impreciso de la historia religiosa de cada hombre, han logrado los
teólogos cristianos adquirir certezas tan elevadas, tan cargadas de
antecedentes, concomitantes y consecuencias -claramente siniestras-, para el
concepto y vivencia creyente de Dios, del Salvador, del hombre imagen de Dios?
En temas de protología y escatología,
los teólogos -siguiendo el camino de los creadores de mitos-, han dado muestra
de excesiva imaginación, escasa sobriedad y de cierta pretenciosa sabihondez en
preguntas y respuestas.
Todo hombre, al entrar en la existencia,
se encuentra en situación teologal de Gracia y amistad de Dios, incorporado ya
a Cristo, Sacramento universal de salvación: en estado "gracia
original".
4.- ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LA
CLÁSICA DOCTRINA DEL PO
Catecismo de la Iglesia Católica
(nº 386-524).- Todo hombre, al entrar en la
existencia, antes de cualquier decisión de su voluntad personal. se
encuentra-ya en situación teologal de pecado ante Dios, como consecuencia del
pecado cometido por los progenitores del género humano. Este pecado es propio de cada individuo humano,
real y formalmente pecado, aunque en sentido analógico. Implica que cada hombre
nace en muerte espiritual, bajo la ira de Dios, en muerte del alma, bajo la
esclavitud de Satanás.
¿Cómo lo sabes?...
Responde la escolástica.- Lo
que creemos lo debemos a la autoridad, lo que entendemos a la razón.
*El AT tiene un
desconocimiento perfecto de la figura del PO, tal como lo propone la tradición
de la Iglesia Católica. ¿Cuáles son esas verdades del AT de las que,
connaturalmente, los creyentes posteriores habrían llegado a la idea del
clásico PO? Las características de la situación pecadora en la que el AT
contempla de continuo a la humanidad podrían sintetizarse en estas tres: universalidad,
radicalidad, solidaridad. Veamos el significado y alcance de cada calificativo.
A.- La universalidad de la
situación pecadora. "El Señor observa desde el
cielo a los hijos de Adán, para ver si hay alguno sensato que busque a Dios. Se
corrompen cometiendo execraciones, no hay quien obre el bien, no hay ni uno
solo" (Sal 14,2-3; Rom 3,9-18). La vehemente inculpación va dirigida al pueblo,
a la comunidad. Tiene, pues, una
universalidad de suyo colectiva, generalizadora. Los profetas en éste y otros
textos similares no cultivan una casuística que se preocupase por la situación
de cada individuo humano ante Dios. Así, es posible que, dentro de esta
universalidad colectiva, haya individuos justos, agradables a Dios, como Abel,
Abraham, Job y otros. La propia severa mirada de Yhwh se enternece al descubrir
que viven en Nínive ciento veinte mil niños que no distinguen su mano derecha
de la izquierda, inocentes, por tanto (Jon 4,11). Amarga ironía de la historia:
los teólogos cristianos, durante siglos, encontraron en estos niños una viscosa
mancha de pecado, una "naturaleza congénitamente viciada" que les
excluía de la graciosa amistad del Padre celestial. Pero Yhwh, que conoce la
profundidad del ser humano, l es encontraba inocentes de culpa y pena.
B.- En
la universalidad se profundiza cuando se habla de la radicalidad de la
situación/condición pecadora de la raza humana: los hombres son pecadores de raza: pueblo, raza
pecadora. Como fueron al principio así seguirán siendo; así se dice, explicando
los excesos morales de los prediluvianos y como buscando su raíz: el corazón
del hombre se pervierte desde su juventud (Gn 8,21). El Salmo 50 prolonga la
observación y ve la inclinación al mal en el mismo originarse del hombre en el
seno materno. Si bien Eclo 1,14 ve a la Sabiduría habitando en los fieles
cuando inician la vida en el vientre de su madre.
Pero la radicalidad aquí aludida
expresa, sobre todo, la imposibilidad
absoluta de superar, por sus esfuerzos humanos, la situación de pecado en la
que ha incurrido.
C.- La solidaridad de todos los
miembros en el pecado del patriarca de la tribu:
Todos han pecado en y con Adán.
Concluimos esta rápida referencia
al AT recordando: a)
la prioridad que tiene la llamada de Dios al hombre (pueblo/humanidad) a su
amistad/alianza/salvación; b)
llamada que se realiza sobre una humanidad en situación perenne de pecado; c) situación pecadora de la que el hombre
es incapaz de liberarse; d) la idea de solidaridad en tal situación, a parte de
los elementos culturales, epocales, que la crean y sustentan, refuerza la idea
teológica de la radicalidad e insuperabilidad del pecado en tal situación.
Aceptado, en actitud creyente, este mensaje que el AT nos transmite sobre la
situación teologal de la humanidad histórica, preguntamos como teólogos: el AT,
¿nos ha dicho algo cierto sobre la realidad del PO del que habla la tradición
cristiana posterior? Evidentemente no.
*El NT desconoce del
todo la doctrina teológica (tradicional) sobre el PO. La proclamación íntegra
del mensaje sobre Cristo Salvador, la confesión y vivencia perfecta de este
Mensaje para nada nos exige la aceptación -siquiera sea colateral, subsidiaria,
concomitante o consiguiente- de la enseñanza sobre el PO. Más bien deberá
pensarse en la oscuridad que, sobre el Misterio de Cristo en su conjunto,
proyecta semejante creencia.
¿Es que, para salvaguardar la
universalidad absoluta y la sobreabundancia de la acción salvadora de Cristo
-incluso para el recién nacido-, es necesario llegar a decir que todo hombre
entra en la existencia en situación teologal de PO?
Pablo llama pecadores exclusivamente a
los hombres adultos, capaces de oír/desoír en mensaje de conversión. No se
preocupó, en absoluto, de la situación teologal de los niños. La tradición
cristiana posterior metió a los niños en la zona de pecado, para salvar la
universalidad perfecta de la acción salvadora de Cristo. Esto no lo previó
Pablo ni nadie en la Iglesia primitiva. Es decir, del mensaje paulino sobre
Cristo salvador se dedujo: a) los niños, si han de ser salvados, necesitan de
la gracia de Cristo; b) por ende, los niños también tienen el pecado
"original". Así que la solidaridad tribal en el pecado que había
superado incluso el AT por medio de Ezequiel (y Jeremías: "los padres
comieron agraces y los hijos sufrieron la dentera") abriéndose a la idea
de la responsabilidad, exclusivamente personal en el asunto del pecado, el NT
"por medio de sus "exégetas-agustinianos" vuelve a imponerse... (¡retrocedamos,
que por aquí hay futuro!).
Para san Pablo, Adán nunca fue
inocente... y con la "teología de Adán" se lesiona la dignidad y
primacía de Cristo al decir que entra en la historia como sustituto de Adán, cabeza primordial d la humanidad. Sólo "de
ocasión" entra Jesús de Nazaret en nuestra historia para salvarnos. Sucesor, aunque aventajado, del fracaso
de Adán.
5.- NACIMIENTO Y DESARROLLO DE LA
FIGURA DEL PECADO ORIGINAL ENLA TRADICIÓN DOCTRINAL DE LA CRISTIANDAD
OCCIDENTAL
Se reconoce al obispo de Hipona -san
Agustín- como el punto crítico de inflexión de toda la historia del PO. Hasta mediados del siglo IV, parece cierto
que los escritores eclesiásticos desconocen la doctrina del PO. Agustín echó
mano de dos temas muy de moda en su tiempo:
la teología de Adán y la teoría de la
mala inclinación.
La solemne teología de Adán,
desglosada en sus elementos primeros implicaba la historificación dura y densa
de Adán; haciendo de Adán un individuo de historicidad tan rigurosa como al de
Pablo de Tarso o Alejandro Magno: ¡Uno por todos, todos en uno! Adán
había sido real.
La mala inclinación, connatural,
congénita en el corazón del hombre.
SAN AGUSTÍN
Todo, todo, todo, para salvaguardar la
eficacia de la Cruz de Cristo. ¡No vaciar de contenido la Cruz de Cristo!
Porque dice: no es posible salvaguardar la universalidad de la gracia de
Cristo, la eficacia de su Cruz, si no se afirma que todo hombre es concebido en
pecado original, heredero de una naturaleza corrupta y, por ende, necesitada de
Salvador. Que si fuese sana, íntegra, sin pecado, no necesitaría de la gracia
del Salvador en ese momento.
Sobre la base de esta bifronte y
correlativa verdad: miseria humana, Salvación de Dios, ofrece otras
argumentaciones colaterales, complementarias:
- Motivo
de teodicea.- Sería una intolerable injusticia por parte de Dios castigar a
los niños con tanta miseria si no fuesen culpables: son miserables, luego son
culpables; sufren un castigo, luego son pecadores (mito de la pena).
- Motivo
eclesiológico.- fuera de la iglesia no hay salvación; en la Iglesia se
entra por el bautismo; el bautismo a los niños se les administra para remisión
de los pecados; luego los recién nacidos tienen pecado. Y ¿qué otro pecado sino
el PO?
Agustín trata de explicar todo esto
también mediante el recurso a la ancestral ley
del talión -que le aplica al mismo Dios- al llamado mito de la pena. Según la mentalidad primitiva existe una
correlación inexorable entre pena y culpa, sufrimiento y pecado. Era normal en
la época la pregunta que los discípulos hacían a Jesús: "Maestro, ¿quién pecó éste o
sus padres, para que naciera ciego? (Jn 9,2). Jesús no condesciende con el mito
de la pena, pero Agustín sí
condesciende.
Para Agustín la ley del talión rige
también para Dios en su comportamiento con los hombres que le han ofendido:
"Los niños son miserables porque son culpables. Tienen PO porque lloran al
nacer. Vemos el castigo, ¿por qué delito? Confesáis la pena la pena (miseria
infantil), decid la culpa; confesado el suplicio, confesad cómo lo han
merecido. Es claro que un Dios justo y santo no podría castigar tanta miseria
sobre los niños si éstos no fuesen culpables. Y ¿qué pecado podrán tener sino
el viejo, ancestral pecado?
Julián de Eclana no admitía que el
sufrimiento de los niños sea pena/castigo. Para él, los sufrimientos de los
infantes serían "normales" en desarrollo de la vida humana. No
admitía que si un bebé sufre es por ser pecador y, por lo tanto, justamente
castigado por Dios con tanta miseria
6.- LA AUTORIDAD DEL CONCILIO DE
TRENTO RESPECTO AL PECADO ORIGINAL
El hombre medieval se contempla a sí
mismo como "hombre caído": desterrados hijos de Eva, que caminan
gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Trento mantiene la teología de Adán,
además, no ya como simple opinión teológica, una cuestión discutida era
mantenida como perteneciente a la fe. Y con tal seguridad e importancia que,
quien dijere lo contrario, quedaba excomulgado, fuera de la Comunidad de los
creyentes.
Concilio de Trento: Decreto sobre
el PO
Canon
1.-
«Si alguno no confiesa que el primer hombre Adán, al transgredir el mandamiento
de Dios en el paraíso, perdió inmediatamente la santidad y justicia en que
había sido constituido, e incurrió por la ofensa de esta prevaricación en el
ira e indignación de Dios y, por tanto, en la muerte con que Dios antes le
había amenazado, y con la muerte en el cautiverio bajo poder de aquel que tiene el imperio de
la muerte, Hb 12,14; es decir, el diablo, y toda la persona de Adán por aquella
ofensa de prevaricación fue mudada en peor según el cuerpo y el alma: sea
anatema, DS 1511».
Canon
2.-
Pecado original originado: «Si alguno afirma que la prevaricación de Adán le
dañó a él solo y no a su descendencia; que la santidad y justicia recibida de
Dios, que él perdió, la perdió para sí solo y no también para nosotros; o que,
manchado él por el pecado de desobediencia, sólo transmitió a todo el género
humano la muerte y las penas del cuerpo, pero no el pecado que es la muerte del
alma: sea anatema, pues contradice al Apóstol.., Rom 5,12».
Se bautiza a los niños
parece-únicamente para el perdón de los pecados, quedando marginados los
efectos caritológicos, positivos del sacramento, que son los primordiales: la
incorporación a la nueva Comunidad de salvación, el nuevo ser, el nuevo
nacimiento, la vida nueva, la iluminación, la nueva criatura que nace por la
fuerza del Espíritu Santo.
Julián de Eclana decía: el bautismo hace
mejores a los que ya nacían buenos.
Una teología que quiera ser científica
debe ejercer una continuada y rigurosa
labor crítica sobre sus propios principios. A los textos del Tridentino no se
les puede conceder una inmutabilidad,
sacralidad, intangibilidad igual y menos superior a la concedida a los
textos bíblicos. Los textos tridentinos hay que someterlos al mismo tratamiento
histórico-crítico, a las leyes de la hermenéutica de las culturas y de los géneros literarios que, tan
exitosamente, han sufrido los textos de la Escritura.
7.- LA DOCTRINA DEL PECADO ORIGINAL
ANTE LA REFLEXIÓN TEOLÓGICA
1.- Universal redención de Cristo y
PO
La argumentación que comentamos se
resume en estas proposiciones:
a.- Cristo es redentor universal de
todos los seres humanos;
b.- luego todos se encuentran en
imposibilidad de salvarse, sin la gracia de Cristo;
c.- y ¿de qué necesitaría ser salvado el
ser humano, si no tuviera pecado?;
d.- luego todos, sin excepción, son
pecadores;
e.- no puede negarse que Cristo sea
también salvador de los niños recién nacidos;
f.- luego los niños, al nacer, tienen
pecado del cual tienen necesidad de ser redimidos;
g.- y ¿qué otro pecado puede tener un
recién nacido, sino el PO?;
h.- luego todo niño tiene pecado
original...
De lo contrario, Cristo no sería
salvador universal; también de los
niños.
Nosotros, por nuestra parte, desde
idéntico punto de partida: la sobreabundancia de la redención de
Cristo, llegamos a la afirmación de la Gracia inicial incompatible con
la existencia de cualquier pecado en el momento primero de la vida de cada
individuo.
2.- Desde la miseria humana al
pecado original
La argumentación anterior, en sus varias
formulaciones, hunde sus raíces en las profundidades primeras de la psique
humana individual y colectiva. Desde que el 'homo sapiens' comenzó a sentir y
pensar su situación en el cosmos y en la historia, ya consideró su vivir como
miserable, dolorido, desgraciado: el
malestar de la cultura es una experiencia originaria y universal. Ante
tanta miseria la reacción compartida por mitos, filosofías, religiones ha sido
ésta:
-Al principio no fue así: al principio
existió un paraíso original, evocado
en multitud abigarrada de representaciones. Pensemos en el mito de la
"edad de oro", tan cultivado p or la cultura grecorromana y por la
nuestra.
-In
illo tempore, en los prestigiosos y divinos orígenes de la tribu, de la
raza humana (sea en la esfera celeste o en la tierra) tuvo lugar un evento,
desgracia, infortunio, culpa/fallo voluntario o involuntario, un 'pecado' que
trajo la pérdida fatal de aquel estado primero que no conocía tanta miseria.
Por tanto, la miseria humana es resultado de una "caída/fatal"
ocurrida en los orígenes de las diversa tribus humanas.
Los mitos ancestrales proto-históricos
de las más diversas culturas, las filosofías antiguas y religiones de tipo
órfico-platónico; la religión judía y la cristiana han seguido similar esquema
narrativo, argumentativo, cada uno según la exigencia de su concepto de
dioses/Dios, del hombre y del puesto de éste en el cosmos. En todos ellos la
historia comienza bien, pero inmediatamente se torna historia maligna. Así,
pues, dentro de este argumento experiencial tenemos dos versiones
fundamentales:
-las formulaciones parateológicas de los
mitos y filosofías antiguas y modernas.
-la formulación creyente/teológica
iniciada, como se sabe, en el AT y continuada con vigor hasta hoy mismo.
¿Pero es verdad que la existencia
de la miseria humana demuestra la existencia del PO, originante/originado?
Agustín estaba absolutamente seguro del
valor demostrativo de su argumentación. Pero es claro que no lograba el
suficiente distanciamiento crítico para darse cuenta:
a).- de que trabajaba con la hipótesis
de la primitiva felicidad paradisíaca del primer hombre;
b).- compartía con los mitos y
filosofías platonizantes de su época la existencia del "antiguo
pecado" que habría arruinado a la humanidad;
c).- compartía la mentalidad tribal,
primitiva, implicada en el mito de la pena y en la ley del talión, a cuyo
impulso parece que quiere que obre el mismo Dios. Quien, no sería 'justo', si
no fuese castigador de la conducta del hombre y vindicador de su honor divino
ofendido también por el niño, puesto que éste estaba incluido en su voluntad
pecadora e incluso en sus razones seminales (in lumbis Adam).
Esta idea, si lo pensamos
detenidamente es totalmente incompatible con la idea cristiana del hombre
imagen de Dios. Ya Julián de Eclana le sugirió a Agustín
que parece que va contra toda ética y que implica una falta de respeto a la
libertad humana, a la dignidad del hombre -cada hombre individual- creado a
imagen y semejanza de Dios, el afirmar, que todo ser humano, antes de tener
siquiera la posibilidad real de decidirse por el bien o por el mal, antes de
cualquier ejercicio consciente y personal de su libertad, ya se encuentra en
situación de PO.
Más tarde los textos teológicos que,
pretendidamente, lo fundaban, fueron despojados de su historicismo y
literalismo craso. Se buscaba un contenido simbólico de fondo que diese
viabilidad y aceptabilidad a las figuras del paraíso, de la caída originaria,
del sentimiento de culpabilidad, de la eterna pregunta por el origen de la
miseria humana. Si hay respuesta para esto habrá que buscarla en la profundidad
de cada individuo y de cada comunidad humana histórica, y no ir a mendigarla al
comportamiento aciago de los lejanos ancestros de la tribu humana original.
Tras la aplicación a la Escritura de los
métodos histórico-críticos se abandonó la teología de Adán, pero no todos lo
hicieron...
8.- LA GRACIA INICIAL DE TODO
HOMBRE AL ENTRAR EN LA EXISTENCIA
Todo hombre, al llegar a la existencia,
se encuentra en situación teologal de amistad y Gracia de Dios, incorporado a
Cristo, Sacramento universal de salvación.
Obviamente, el así agraciado pro Dios lo
es antes e independientemente de que pueda co-laborar, co-operar personalmente
en forma consciente y libre con la Gracia que en él actúa. Por tanto, la gratuidad absoluta de la gracia tiene
aquí una espléndida manifestación.
MARÍA.- Allá
por el siglo XIII afirmar la inmunidad del PO en María implicaba un atentado
contra la dignidad del Salvador y la universalidad de su acción redentora. Si
María no tiene pecado, al menos el original, no necesitaría de Redentor. Sería
una criatura que no necesitaría de la Gracia de Cristo para ser grata a Dios
(Santo Tomás, San Buenaventura, lo veían así).
A finales del siglo XIII y principio del
XIV el beato Juna Duns Escoto reconoce que la máxima dificultad de los teólogos
para aceptar la inmunidad del PO en María, su santificación en el primer
instante, era la excelencia del Salvador: sólo está sin pecado el que vino a
quitar los pecados de todos. Peligraría también la universalidad de su gracia
salvadora, la cual no tendría sentido si el beneficiado no se encuentra
previamente en pecado. Pretender que María no tuviese PO era intentar
presentarla como no necesitada de la gracia de Cristo. Ante esta solemne
argumentación, el Doctor Sutil realizó un ejercicio mental que los lógicos
llaman "retorcer el argumento", dando un giro copernicano a la
discusión: si admitimos, arguye, que la Madre del Señor fue santificada en el
primer instante, exenta del PO, no sólo no atentamos contra la universalidad y
eficacia de la Cruz de Cristo, sino que únicamente entonces reconoceremos a
Cristo como perfectísimo, sobreabundante, eminentísimo redentor (Rom 5,15-17).
Cristo redime a María con la más perfecta de las redenciones: la
redención preventiva, con gracia preveniente y elevante. María misma no
sólo no aparece como 'irredenta' no-necesitada del Salvador (como objetaban los
maculistas, al no tener PO), sino que ella es:
a).- la eminentísima perfectísima
redimida;
b).- la máxima necesitada de redención;
c).- la más obligada al amor
agradecido hacia Dios que la agració con
tanta generosidad.
Esta argumentación de Escoto sólo tiene
validez y es concluyente si se piensa que la acción salvadora de Cristo es,
primordialmente, de signo positivo, caritológico, emprendida para dar vida y
darla en abundancia.
A partir de esto, también nosotros
retorcemos el argumento y proponemos: la universalidad y sobreabundancia de la
gracia de Cristo, lejos de exigir que todo hombre, al entrar en la vida, se
encuentre en situación teologal de pecado "original", lo que
realmente acontece es que se encuentra en situación teologal de gracia
santificante. Únicamente se aceptamos este hecho percibiremos la
sobreabundancia y universalidad de la salvación realizada por Cristo también a
favor del recién llegado al mundo. También nosotros, al ensalzar a Cristo,
preferimos excedernos antes que quedarnos cortos en la alabanza que se le debe,
si, por ignorancia, fuere inevitable caer en uno de los dos extremos.
No se comete ningún exceso al decir que
la sobreabundancia de la gracia de Cristo acoge y hace suyo a todo hombre
cuando llega al mundo. De haber exceso sería en favor de Cristo; y del hombre
re-creado por su gracia. El bautismo -que sólo algunos reciben- intensifica la
original incorporación a Cristo. Como la intensifica la recepción de la
Eucaristía y toda la vida cristiana posterior. Pero la vida del recién nacido
ya estaba radicad en Cristo desde el primer momento en que es hombre.
DESDE EL MISTERIO DE MARÍA INMACULADA AL
MISTERIO DEL HOMBRE REDIMIDO
Al proclamarse por el pueblo católico
que María, por los méritos de Cristo, está llena de gracia desde el primer
instante de su ser (no contrae el PO) se abre camino llano y seguro para
afirmar: en atención a los méritos de Cristo, todo hombre, al llegar a la
existencia, se encuentra en estado de Gracia y amistad con Dios, inmune a toda
mancha de PO.
María
fuente, medianera de las gracias, inicio de la nueva Creación, de la Iglesia d
los redimidos.- María es una mujer de nuestra carne y
sangre, consustancial, concorpórea y consanguínea de los demás hijos de Adán.
Incluida en una historia y economía de gracia idéntica a la nuestra, pero María
tiene una misión preferencial. Por ello se le dispensan los dones del Espíritu
en forma más perfecta/eminente/plena que a los demás, que los reciben en forma
menos perfecta, según la medida de Cristo. No podemos pensar que los dones de
la adopción de hijos, la inhabitación de la Trinidad/Espíritu Santo, la deificación
que tienen lugar en María, por ser más eminentes y de singular perfección, no
les sean concedidos, en absoluto, a los demás redimidos.
K. Rahner.-
Recuerda la grandeza del niño, a quien Dios llama por el nombre que él mismo le
ha impuesto: «el niño es un ser humano siempre en diálogo con Dios, acogido
por la Gracia generosa del Padre. La salvación que Cristo trae a todo hombre ha
captado para sí, previamente, al naciente ser humano. La serpiente no ha
entrado todavía en este paraíso para realizar su tarea de seducción-tentación.
Las fuerzas del Pecado que operan en la historia ciertamente están presentes,
operan en el exterior, pero no han logrado todavía entrar en el alma del niño.
El adversario, como león rugiente, busca devorarlo, pero todavía no ha llegado
su hora ni el poder de las tinieblas. Por el contrario, si ponemos el pecado y
la tragedia en el inicio mismo de cada vida humana, pienso que es dejarse
llevar por un infundado pesimismo humano y religioso, por una fuerte obsesión
de pecado, cuyos antecedentes habría que buscar en la mentalidad encratita,
gnóstica, maniquea dominante en el ambiente religioso-cultural en que fue
germinando la doctrina del PO. Nunca en los textos del NT».
Sobre el limbo de los niños.-
No sería temerario decir que, al menos hasta fecha reciente, la mayoría de los
seres humanos ha pasado de este mundo al otro en "edad infantil", sin
llegar a lo que llamamos uso de razón. Es decir, no habrían logrado la
suficiente madurez psíquico-espiritual, aunque hubiesen logrado la fisiológica.
Los tradicionales defensores del PO a estos hombres los consideran excluidos
del reino de los cielos. Pero si pensamos que todo hombre entra en la vida en
Gracia, acogido al amor salvador de Dios, no necesitamos de ningún limbo, ni de
rebuscadas cavilaciones teológicas para dejar de ser crueles con la humanidad
infantil e irreverentes con su Creador, que negaría la felicidad eterna a los
niños que mueren sin bautismo, pero que no han cometido ningún pecado personal.
10.- RAÍZ PRIMERA DE LA INCAPACIDAD
SOTERIOLÓGICA DEL HOMBRE
Punto de partida de toda afirmación
teológica sobre el hombre: la llamada que ha recibido para participar en la
vida íntima de Dios-Trinidad. Sólo aquí encuentra el hombre la
"Salvación". Pero es obvio que esta "Salvación" es un bien
(un objetivo, si vale la expresión) absolutamente trascendente, infinitamente
alejado de las posibilidades humanas: sobrenatural, sobre-humano.
Admitimos, con la mejor teología
católica, que existe en el hombre un deseo natural, ontológico de la visión y
amor intuitivo de Dios. Pero, aunque es un deseo natural, ontológico de la
visión y amor intuitivo, se trata de un deseo de 'recibir', que no implica en
absoluto estar dotado de 'posibilidad', energía interna capaz de llegar a la
vida eterna. Ésta es un don gratuito, total donación libre y generosa de Dios.
Mirado en sí mismo y no obstante su deseo
de Dios, el espíritu humano se encuentra en absoluta imposibilidad óntica y
operativa, en absoluta indignidad e inmerecimiento moral para conseguir la
Salvación. En otras palabras, mientras el ser humano no desborde su condición
creatural, finita, se encuentra en absoluta impotencia de alcanzar la
Salvación: la que la religión cristiana ofrece; absolutamente necesitado de
Salvador. En consecuencia, independientemente y con anterioridad a que cada
hombre llegue a encontrarse en situación de pecado y, aunque, por hipótesis, no
llegase a tal situación, ya estaba en impotencia absoluta respecto a la
Salvación. Por tanto y finalmente, no es preciso hablar de una universal
condición pecadora en el hombre para explicar la necesidad que tiene de Salvador y la imposibilidad de conseguir su
gracia por sí mismo. No es lícito identificar impotencia
soteriológica y necesidad de Salvador con situación universal de pecado.
Es una confusión de lamentables consecuencias en soteriología, en la
caritología y en la teología del PO. Porque toda situación de pecado crea, sin
duda, impotencia soteriológica; pero esta impotencia soteriológica absoluta
existe-ya allí donde no se ha incurrido todavía en pecado.
La Teología del Sobrenatural
La teología católica del sobrenatural
hace innecesaria, superficial la argumentación teológica que, desde san Agustín
y durante quince siglos, se ha propuesto para fundamentar la teoría del PO.
Recordemos los datos más importantes y
seguros que la teología del Sobrenatural nos ofrece:
1.-
Para una visión cristiana del hombre es seguro que no existe más que un único
fin supremo de su existencia: la visión y el amor intuitivo de Dios que implica
el compartir la vida íntima de la Trinidad. En este convivir con Dios encuentra el hombre la realización plenificante y
beatificante de su ser; encuentra su "Salvación", en sentido más
denso y alto de la palabra. Esta "Salvación" es la que tenemos
presente en este momento.
2.-
Por encontrar en la visión de Dios la realización beatificante de su ser, hay
que decir que tal visión/amor intuitivo es lo más hondamente
"natural" que al hombre puede acontecerle: es rigurosamente
"naturalísimo". Lo llamamos "sobrenatural" porque
es don absolutamente gratuito de parte de Dios. Sobrenatural se refiera
aquí al 'modo divino' de cumplirse el deseo 'natural': es cumplido en forma que
excede en absoluto el modo y posibilidades humanas de obrar.
3.-
Por este motivo, hay que decir que el hombre se encuentra en absoluta
imposibilidad de conseguir su Salvación a la cual, sin embargo, está destinado
por Dios, como fin único. Y, por ende, en absoluta necesidad de la gracia del
Salvador.
4.-
Por eso se comprende que la primera función que la gracia de Cristo ejerce
sobre el hombre es promocionar y cumplir el deseo
"natural/ontológico". Su gracia "trans-naturaliza" al
hombre, lo dota de un nuevo ser, lo hace nueva criatura según lenguaje de san
Pablo. Desde el ser 'natural' lo eleva al ser 'sobrenatural': lo
deifica/diviniza según fórmula de los Padres Griegos.
A través de esta exposición se ve claro
que el hombre no necesita llegar a encontrarse en situación de pecado para que
se encuentre ya con anterioridad en absoluta incapacidad para conseguir la
Salvación, y de hacer actos que positivamente conduzcan a ella. Esta
incapacidad se fundamenta en la sobreexcelencia infinita del Ser divino y en
estructura metafísica del espíritu humano, finito. Está allí la impotencia
antes de que tenga disposición inmediata para obrar el bien o el mal. Más aún,
incluso aunque el hombre llegue a obrar el bien a nivel de una ética meramente
civil, 'natural', todavía se encontraría en impotencia para conseguir la
Salvación. Porque la Salvación de la que habla la teología es pura donación
gratuita de Dios, de libérrima disposición divina: absolutamente sobre-humana.
Los defensores del PO, desde san Agustín
a presente, han sufrido una palmaria confusión argumentativa o prejuicio lógico
que es el siguiente: identificar impotencia soteriológica con 'situación
pecadora' del hombre a salvar. Veamos el proceso argumentativo:
1.- Hay que mantener, como dogma básico
de nuestra fe, la necesidad universal y absoluta de la gracia de Cristo: ¡no
desvirtuar la eficacia de la Cruz de Cristo!, era el lema y verdad
indiscutible.
2.- Esta necesidad del Salvador
presupone/exige que el hombre a salvar se encuentre en universal y absoluta
incapacidad para salvarse por sus propias energías.
3.- Pero no tenemos ningún motivo para
hablar de la universal incapacidad para salvarse -para obrar el bien que
conduce a la salvación-, si no admitimos que todo hombre, sin excepción,
incluso el recién nacido, se encuentra en situación de pecado. Que es lo que
implica la doctrina del PO.
Agustín, el creador y máximo usuario de
tal argumentación está marcado y, desde nuestra perspectiva actual, limitado
por el planteamiento que los pelagianos hacían de todo el problema. Si Agustín
no admitía el PO como creador de la situación pecadora de la humanidad, caía en
la tesis pelagiana de que la humanidad era portadora de una naturaleza sana,
inocente, íntegra al nacer. Y, por ende, dotada -por Dios, sin duda- de la
posibilidad de hacer el bien, todo el bien. Ante un hombre tan bien dotado y
suficiente para la tarea de la salvación, la acción del Salvador quedaba en
algo subsidiario, marginal, tangencial.
A la luz de lo dicho queda clara la
inconsistencia de la mentada argumentación. Pero leamos a Agustín desde
Agustín. Exponiendo la necesidad de Salvador, tal como la veían los católicos,
pelagianos y maniqueos -los interlocutores presentes en sus escrito- dice
Agustín:
- Los católicos dicen que la naturaleza humana, creada buena por el Dios
creador bueno, pero viciada por el pecado necesita del médico, Cristo.
- Los maniqueos dicen que la naturaleza humana, no fue creada buena y
luego corrompida por el pecado, sino que desde la eternidad el príncipe de las
tinieblas, mezclando dos naturalezas preexistentes, una buena y otra mala,
produjo al hombre.
- Los pelagianos y celestinianos dicen: la naturaleza humana fue creada
buena por el buen Dios y en los niños recién nacidos se encuentra tan sana, que
no necesita en esa edad de la medicina de Cristo.
Pero hay
otra cuarta opción. Los católicos, otros
católicos a finales del siglo XX pueden decir: - Dios creó buena, íntegra, inocente y sana a
la naturaleza humana y así la recibe cada hombre al entrar en la existencia. Y,
sin embargo, también en aquella edad necesita de la gracia del Salvador para
ser aceptable para la vida eterna. Y de hecho la recibe en aquel primer
instante de su vida; porque sin la gracia de Cristo se encontraría en absoluta
imposibilidad de ser grato y aceptable por Dios para la vida eterna, que es el
fin único de su vida.
(Cf. Alejandro Villalmonte:
"Cristianismo sin pecado original")